Pensó que era su esposa perfecta y sumisa, hasta que su carta en el juzgado lo destruyó todo

—Yo solo quería cuidar de ella, que no tuviera preocupaciones —decía—. Los números la agobiaban.

Mentía con la misma facilidad con que respiraba.


Cuando me llamaron a mí, las piernas me temblaron un poco al levantarme.

Me juré decir la verdad, pero también me juré mantener el papel. El de la esposa frágil, que no sabe del todo lo que pasa a su alrededor.

Hablé de lo que había hecho esos años: la casa, las comidas, las cenas de trabajo, los compromisos. Lo conté con voz baja, sin dramatizar.

—Yo pensé que ayudaba —dije—. Él me pidió que dejara mi trabajo. Me dijo que así estaría mejor, que él se ocuparía de todo.

El señor Herrera se levantó con una sonrisa fina para interrogarme.

—Señora Fuentes —empezó—, ¿puede decir al tribunal cuánto ingresó usted el último año?

—Nada —respondí.

—¿Y el anterior?

—Nada —repetí.

—¿Y tiene ahorros a su nombre?

—No.

—¿Cuenta bancaria propia?

Negué con la cabeza.

—Entonces, ¿qué aportó usted, exactamente, al patrimonio familiar? ¿Alguna inversión, algún negocio, alguna propiedad?

Se hizo un silencio incómodo.

—No… —murmuré.

Él levantó una ceja, triunfante.

—¿Es cierto que su esposo le daba mensualmente una cantidad para sus gastos?

—Sí.

—¿Y que usted la gastaba en ropa, cafés, decoración… sin generar ingresos propios?

—Compraba lo que necesitábamos —intenté explicar—. También…

—Gracias, no hay más preguntas —me cortó, sabiendo que con eso bastaba.

Volví a mi silla sintiendo todas las miradas encima. Sabía que desde fuera yo parecía justo lo que ellos querían mostrar: una mujer dependiente, sin recursos.

La jueza levantó la vista del expediente.

—Continuaremos mañana por la mañana —anunció.

Los abogados de Benjamín se estrechaban las manos entre ellos. Verónica sonreía como si ya estuviera eligiendo vestido de boda. Dolores salía casi flotando.

Yo salí despacio.

Por dentro, sin embargo, estaba muy tranquila.

El día duro había sido hoy. El importante sería mañana.


Y así volvemos al principio de esta historia.

A la silla de madera fría.
A Benjamín inclinándose hacia mí para susurrarme:

—No volverás a tocar ni un euro mío.

A Verónica llamándole “cariño” desde el banco de atrás.
A Dolores diciendo en voz alta:

—No se merece ni un céntimo.

A mi abogado, el señor Pérez, levantándose con manos temblorosas para sacar de su maletín un sobre blanco.

—Señoría —dijo—, mi clienta ha preparado una carta para que el tribunal la considere.

Ya sabes lo que vino después: la jueza abriendo el sobre, sus cejas subiendo cada vez más, el silencio de la sala, y luego su risa, profunda, inesperada.

—Esto es muy bueno —dijo—. Muy bueno, de verdad.

Lo que aún no sabían Benjamín, Verónica ni Dolores era por qué.

Ni lo que esa carta iba a desencadenar.


La jueza Hernández dejó de reír poco a poco, se colocó de nuevo las gafas y miró directamente a la mesa de Benjamín.

—Señor Fuentes —dijo con calma—, según esta carta, su esposa lleva colaborando los últimos dos meses con la Unidad de Delitos Económicos.

La sala entera contuvo el aire.

—Ha entregado grabaciones, fotografías y documentación bancaria que apuntan a un posible delito grave de blanqueo de capitales y otros delitos económicos.

Benjamín se puso de pie de golpe.

—¡Eso es imposible! —gritó—. ¡Ella no sabe nada de mis negocios!

—Siéntese, señor Fuentes —ordenó la jueza, con voz que no admitía discusión.

Él obedeció, pero pude ver las venas de su cuello tensas.

La jueza cogió otro papel del expediente.

—Tengo aquí un informe del inspector Antonio Rivera, de la Unidad de Delitos Económicos —continuó—. Confirma que la información aportada por la señora Fuentes ha sido clave para una investigación en curso.

Miró a Verónica.

—En estos documentos se detalla cómo usted, señor Fuentes, habría utilizado su empresa inmobiliaria para blanquear dinero procedente de actividades ilícitas. Y cómo parte de ese dinero se ha desviado a gastos personales: viajes, joyas, cenas y regalos.

Hizo una breve pausa.

—Incluidos regalos para su actual acompañante.

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